miércoles, 30 de enero de 2008

Viviendo al límite

El otro día andaba yo pensando en irme al rocódromo, pero como me van las emociones fuertes, en el último segundo tomé una firme, temeraria y alocada determinación: me puse en manos de Monicuacua y me dejé recortar la barba. Podrá parecer pecata minuta, pero ver blandir unas tijeras a escasos milímetros de la yugular (tu yugular) en manos de una mujer que se ríe de tus tontadas (mis tontadas) es bastante arriesgado (y excitante). Qué carajo, además, a ella le hacía ilusión! Y así, de paso, alcancé unos de mis anhelos: durante unos breves segundos fui un hombre de pelo en pecho.



Por ahi, además, andaba Victor, nuestro compi de piso, y en el ccd quedó grabado el gepeto que se le quedó al ver lo bien que me había quedado el recorte. Y es que él, la semana anterior, había intentado dejarse un bigotillo!!! A las fotos me remito.

viernes, 18 de enero de 2008

Luces del Calaverón




Sobre una de las colinas de Soria discurren las calles del Calaverón como meandros de un río. Las ruinas reconstruidas de una antigua muralla cobijan hoy del frío –sin demasiado éxito- a los que se atreven a cruzar de buena mañana el parque de Santa Clara. Abigarrado paso por delante todos los días, de camino al trabajo. Aunque en el extremo sur -Soria es demasiado pequeña para contener extremos- las heladas son habituales. El barrio está en alto y eso se nota, un mapa de cuestas y ángulos obtusos que se elevan sobre los límites de la ciudad y el abrazo inasible del río Duero.


Desde mi ventana, al fondo, el linde norte queda coronado por la Iglesia del Mirón. Más allá, la sierra de Oncala, todavía tocada por las nevadas recientes. A la izquierda, difuminadamente oculta, Urbión espera, donde la Laguna Negra probablemente yace también blanca.


Un día de luz neutra, sin transcurrir de las horas, sin transcurrir de las sombras, en el Calaverón. Pronto caerá la noche y traerá sus sombras artificiales.